lunes, 17 de abril de 2017

Kenji Miyazawa, un escritor japonés aún por descubrir en nuestro país

Por Luis Junco

En poco tiempo se publicará en nuestro país Haru to shura y otros poemas, fundamento de la obra poética de Kenji Miyazawa (1896 – 1933), poeta clásico en Japón pero prácticamente aún desconocido en nuestro país. El libro será editado por Ediciones de La Discreta y es una traducción al español del catedrático de la Universidad de Waseda (Tokio) y especialista en la poesía española contemporánea Alfredo López-Pasarín Basabe.

Como el mismo Alfredo nos dice, Kenji Miyazawa pertenece a ese abundante y especial grupo de escritores y artistas desconocidos o despreciados por sus contemporáneos que alcanzan el reconocimiento después de su muerte. En la actualidad, Miyazawa es considerado autor imprescindible de la literatura japonesa de todos los tiempos. Y si bien ese reconocimiento se refiere a los dos géneros literarios que practicó –el cuento y la poesía– su fama póstuma se debió principalmente a los relatos, cuentos del mundo de la infancia que en modo alguno podemos considerar solo para niños. En ellos podemos hallar el mismo profundo lirismo y la visión mágica de la existencia que Miyazawa manifiesta en sus poemas.

 Hasta tener la oportunidad de leer su poesía en el libro que anunciamos, me atrevo a recomendar dos de los relatos más conocidos del escritor japonés: El tren nocturno de la Vía Láctea y Matasaburo, el genio del viento, que conocí gracias a la traducción y edición de la malograda Montse Watkins, fundadora de la editorial Luna Books y que tradujo al español y publicó en su editorial casi todos los cuentos de Miyazawa.

Voy a referirme brevemente al primero de ellos.

Algunos comparan El tren nocturno de la Vía Láctea con El principito, y aunque ambos relatos puedan ser comparables en algunos aspectos –por ejemplo, en la ingenuidad, inocencia y curiosidad que manifiestan los respectivos protagonistas, y en la celebridad que los dos cuentos alcanzaron en sus correspondientes ámbitos de influencia-, considero que poco tienen que ver en la historia que se cuenta y en el rico bagaje simbólico que cada uno contiene.


Giovanni es el héroe del libro de Kenji Miyazawa, un niño pobre y solitario que se siente despreciado por sus compañeros de escuela, salvo por uno, Campanella. La noche de verano en que se celebra la Fiesta de las Estrellas - una fiesta tradicional que se celebra en el Japón durante el estío, cuando aparecen en el cielo las dos estrellas principales de las constelaciones de Lira y El Águila, Vega y Altair (ambas estrellas aparecen muy brillantes en el cielo nocturno, separadas por la luminosa nube de la Vía Láctea), y que en la tradición oriental representan dos amantes, que cada año, gracias a un puente que para ellos construyen las aves, pueden cruzar el río luminoso de la Vía Láctea y encontrarse en una de las orillas-, mientras los niños del pueblo echan farolillos luminosos a la corriente del río que atraviesa el pueblo, Giovanni se aleja del bullicio y en una colina, junto a la Columna de los Deseos, se queda profundamente dormido. Y entonces su sueño se convierte en mágico, pues de pronto Giovanni se encuentra a bordo de un tren nocturno que recorre el curso de la Vía Láctea. En el tren también viaja Campanella, su compañero de colegio, con quien Giovanni comparte el fascinante periplo que les ha de llevar lleva por las constelaciones más conocidas de la galaxia, desde la Cruz del Norte hasta la Cruz del Sur. El tren para en algunas estaciones, en las que suben y bajan curiosos personajes que cuentan a Giovanni las razones de su viaje o las circunstancias por las que se encuentran allí. Y entonces nos damos cuenta de que en aquel tren Giovanni y a su compañero están viajando al más allá, y que muchas de las cosas que experimentan –tanto las tristes como las alegres y luminosas- y que aprenden de los otros viajeros, van a cambiar profundamente la visión de sus vidas. 

El relato sorprende por la sencillez del lenguaje, la belleza y plasticidad de las imágenes que emplea, y la enorme carga poética que atesora. Y a poco que se tenga curiosidad por los elementos simbólicos, descubrir el significado de algunos de ellos añade, si cabe, arrobo a una lectura ya de por sí emocionante.


Ya hemos señalado que el sueño mágico de Giovanni se produce en la Fiesta de las Estrellas, cuando, según la tradición oriental, los amantes separados por la Vía Láctea pueden atravesar el río de luz y encontrarse de nuevo. Lo que me lleva a relacionarlo con un acontecimiento en la biografía de  Kenji Miyazawa que marcó su vida. Pues ¿cómo no ver en esta secuencia el deseo del propio Miyazawa por reencontrarse con Toshiko, su joven hermana, muerta hacía unos años, acontecimiento decisivo en su vida y en su escritura? De hecho, me parece que, como buena parte de sus poemas más célebres, la muerte de Toshiko inspira todo este relato. Mientras leía por ejemplo una parte del relato en que peregrinos en túnicas blancas entonan alabanzas mientras avanzan en una llanura de luz, no pude dejar de pensar en el viaje de Dante, acompañado de Virgilio, en busca de su Beatriz. En este caso, Miyazawa, en compañía de Giovanni y Campanella, también quiere acercarse al Paraíso para encontrarse con su añorada hermana Toshiko.

Por último, me parece necesario señalar otro logro de Kenji Miyazawa en este breve relato. Y es su capacidad para unir en su escritura culturas y religiones diferentes. Un ejemplo es la música que aparece en el relato. Junto a canciones tradicionales japonesas que cantan los niños, la melodía que suena cada vez con más insistencia al acercarse al Paraíso es la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonín Dvorák. O los personajes y símbolos cristianos que él mezcla sin la menor contradicción con los elementos y creencias budistas, de los que Miyazawa era devoto. ¿Y cómo no apreciar su reivindicación de la ciencia? Sí, también supo unir la ciencia con las humanidades, lo que en el relato se aprecia en muchas ocasiones. Desde la primera clase del maestro de escuela sobre lo que es la Vía Láctea, hasta esa curiosidad de Miyazawa por hallar respuestas científicas más allá de la muerte, que representa ese científico que excava sin descanso en la llamada costa del Pleoceno.

Un escritor que en su viaje en el tiempo estoy seguro llegará cada vez a más lectores. Si no lo conocen, lean estos dos relatos. Y si a través de ellos les llega el profundo aroma de su poesía, no dejen de leer Haru to shura y otros poemas, que muy pronto publicará Ediciones de La Discreta.   


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