martes, 30 de abril de 2013

Nuevas entradas en el Pequeño diccionario de Tediato


apetito. Impulso alimentario de quienes no sufren necesidad ni privación. Su máxima expresión es la gula. En el caso de los necesitados, este impulso se conoce simplemente como “hambre”.

 

cenómeno. Individuo de capacidades digestivas excepcionales que consigue ingerir gran cantidad de alimentos durante la cena.

 

discrimininar. Excluir o marginar a los gatos.

 

ebobolución. Desarrollo que ha adquirido la estulticia humana a través de los siglos.

 

examininar. Someter a examen a un gato. Es una actividad frecuentada tanto por veterinarios como por individuos interesados en su adquisición (la adquisición de gatos, se entiende; el veterinario es un pésimo animal de compañía).

 

extermininar. Masacrar felinos de forma salvaje, irresponsable y masiva. El extermininio indiscriminado que sufre nuestro planeta casi ha terminado con los tigres y los linces, entre otros félidos cada vez más amenazados y perseguidos.

 

excerdencia. Permiso laboral regulado que permite que un cerdo se sustraiga a sus obligaciones profesionales durante una temporada. Si el cerdo es bípedo, seguirá actuando como tal en cualquier caso; si es cuadrúpedo, su situación no lo eximirá del triste destino que le depara la matanza.

 

holoclaustro. Acción vindicativa de la sociedad, orientada hacia la persecución, tortura y liquidación del profesorado, especie singularmente desprotegida y maltratada en un país como España.

 

imperricia. Falta de habilidad y eficacia de ciertos cánidos.

 

incrimininar. Formular graves acusaciones contra los felinos. La acción de incrimininar suele ser una excusa fácil para justificar la de extermininar (véase “extermininar”).

 

jejemonía. 1. Prevalencia del humor. 2. Victoria contundente de la carcajada.

 

moralmeja. Lección y enseñanza que se infiere del consumo de determinados moluscos bivalvos, cuya perentoriedad (la de la lección y la del molusco) conduce a comerlos de nuevo.

 

nenergía. Dinamismo desbordante de los niños, particularmente desesperante durante las visitas ajenas.

 

pestigio. Fama o crédito que se adquiere gracias a los desagradables olores que desprenden ciertos individuos.

 

psicolabis. Ágape servido o disfrutado por quienes ejercen la disciplina de la psicología.

 

ranalogía. Comparación entre dos o más anfibios anuros.

 

rectoplasma. Espíritu que, pese a él, se materializa a través de las ventosidades expelidas por ciertos médium aquejados de flato o aerofagia.

 

robolución. Cambio radical que experimentan los procedimientos de latrocinio y sustracción de la propiedad. Suele ser especialmente frecuente en los momentos de crisis.

 

 

jueves, 25 de abril de 2013

Mi infancia en Moscú, José Fernández Sánchez


Una vez un amigo me pasó un DVD que a su vez le había pasado un amigo suyo. “Habla de la Guerra Civil”, me dijo. “Te interesará.” Se titulaba El honor de las injurias y lo había hecho Carlos García-Álix, un pintor del que no sabía nada, hermano del famoso fotógrafo de la Movida, Alberto García-Álix. El DVD contaba la vida de un anarquista, Felipe Sandoval, nacido en Madrid a fines del siglo XIX (en el barrio de las Injurias –de ahí el título-, más allá de lo que hoy es la glorieta de Pirámides; Baroja habla mucho de ese barrio en sus memorias) y muerto al poco de acabar la Guerra Civil, también en Madrid. El DVD era apasionante, pero la copia era defectuosa y dejaba de verse poco antes del final. Te enterabas de que era hijo de madre soltera, de que había sido camarero, que había emigrado a París, que había sido pistolero anarquista, atracador de bancos y que durante la Guerra Civil había sido el líder de una checa anarquista especialmente sanguinaria. Me quedaba por saber qué le había pasado a aquel tipo entre fascinante y repulsivo al acabar la Guerra. Busqué en Internet y vi que Carlos García-Álix tenía un libro que se titulaba igual. Supuse que era la versión escrita de la película. Lo encontré en una biblioteca municipal. Y era más fascinante todavía de lo que imaginaba. No era el guion de la película, o sea la versión escrita, sino el relato de cómo había conocido a aquel personaje y cómo había ido encontrando los datos para reconstruir la biografía que contaba en el documental. Y la historia de esa investigación era tan apasionante como la propia vida de Felipe Sandoval. Todo había empezado buscando datos para una biografía de otro personaje increíble: Pedro Luis de Gálvez, el poeta que tanto nombran González Ruano y Cansinos Assens en sus memorias, autor de un libro sobre el arte de dar sablazos, que se dice que pidió en algunos cafés con el cadáver de un hijo pequeño en brazos, que escribió sonetos que Borges seguía recordando en los años setenta (según cuenta Abelardo Linares), que al acabar la Guerra fue fusilado en Porlier, sin que valieran de nada los testimonios del futbolista Ricardo Zamora –al que salvó la vida durante la Guerra- o de Emilio Carrere (a quien por cierto escribió horas antes de morir una última carta estremecedora) y con el que Juan Manuel de Prada hizo una novela que no he leído. Pues buscando datos sobre Pedro Luis de Gálvez, Carlos García-Álix se encontró con Felipe Sandoval y su investigación culminó cuando encontró en un archivo policial la declaración manuscrita de Sandoval, en la que confesaba sus crímenes y delataba a sus compañeros (declaración que no transcribe íntegra en su libro, no sé por qué). Para reconstruir los últimos días de Sandoval, García-Álix se valió de un libro de Eduardo de Guzmán. A Eduardo de Guzmán yo lo conocía por unas crónicas que escribió sobre la tragedia de Casas Viejas y por un libro extraordinario, Mi hija Hildegart, de 1933, en el que entrevista a aquella mujer, tan lúcida y tan loca, que “fabricó” a una hija a la que acabó matando porque no cumplía sus expectativas (un caso tremendo y un libro que merece un apartado especial). Eduardo de Guzmán fue un periodista anarquista que pasó unos cuantos años en las cárceles de Franco y al que cuando salió se le prohibió ejercer el periodismo, por lo que tuvo que ganarse la vida escribiendo novelas policiacas y del oeste con diferentes pseudónimos (uno de ellos era Edward Goodman). Escribió cuatro libros sobre la Guerra. Uno en el año 1938 (Madrid, rojo y negro) y tres cuando murió Franco: La muerte de la esperanza (cómo vive el principio y el fin de la Guerra), El año de la victoria (cómo lo apresan en Alicante) y Nosotros los asesinos (su paso por distintas cárceles). En este último libro, lleno de escenas atroces, cuenta cómo los interrogadores falangistas le sacan la confesión a Sandoval, cómo los propios compañeros de Sandoval le animan a suicidarse para no seguir cantando (todos le odian) y cómo el anarquista se acaba tirando por una ventana en el edificio de la calle Almagro en el que está detenido. Son todas ellas páginas estremecedoras.

Cuando acabé estos libros, busqué más cosas de García-Álix, por ver si había escrito más cosas sobre Sandoval. Vi que tenía otro libro: Madrid-Moscú, que también encontré en una biblioteca municipal. Este es una especie de catálogo bibliográfico de libros sobre la Guerra Civil escritos o por rusos o por españoles que tuvieron alguna vinculación con Rusia, y que incluye fragmentos de esos libros. Entre ellos había uno titulado Mi infancia en Moscú, de un tal José Fernández Sánchez, del que no había oído hablar en mi vida. Los fragmentos que reproducía eran tan buenos que busqué el libro completo. (Primero encontré uno titulado Los voluntarios de Gorev, sobre uno de los generales que mandó Stalin a España al principio de la Guerra -según algunos, el general que realmente organizó la defensa de Madrid e impidió que Madrid cayera en noviembre del 36- y al que fusiló cuando lo hizo volver, en el 38, final que compartió con el famoso Koltsov y con otros muchos personajes que estuvieron en la Guerra de España.) Cuando leí Mi infancia en Moscú me quedé sobrecogido.

El libro cuenta cómo con diez años, huérfano de padre, en plena Guerra Civil, José Fernández embarca en Asturias en compañía de un hermano algo mayor y contra el deseo de su madre, que sin embargo entiende que está haciendo lo mejor para sus hijos, con rumbo a la URSS. Cuenta la llegada a Leningrado, el traslado a Moscú unos días después, el alojamiento en un colegio, las clases con profesores españoles exiliados y rusos que los tratan con disciplina y con el cariño que se deriva de su situación. Se detiene hablando de manera conmovedora de personajes humildes (profesores, conserjes, cuidadores…) de los que quizá nadie ha escrito nunca. Y como habla sin aspavientos del frío y de la pobreza en la que vivían, nos sentimos más conmovidos que si se quejase de manera explícita. Cuenta cómo al empezar la II Guerra Mundial los trasladan desde Moscú a una aldea en la estepa y cómo allí las autoridades dejan de preocuparse de ellos y cada niño tiene que buscarse la vida para sobrevivir. Comienzan unos años de miseria, entre la delincuencia y la picaresca, ejemplificada en multitud de episodios, tantos y tan soberbiamente escritos que soy incapaz de resaltar alguno (son especialmente dolorosos aquellos en los que cuenta la enfermedad y muerte de algunos de sus amigos). El libro está escrito de una manera tan limpia, tan clara, con un vocabulario tan esencial, tan sin adornos, y a la vez en un tono tan íntimo, tan compasivo y tan sereno, que no exagero al decir que es una de las grandes joyas de nuestra literatura. Una obra maestra de la literatura escondida.

martes, 23 de abril de 2013

50 polvos de ley


Por Javier Guzmán

  Mi amiga Tina, estanquera, castiza, chulapa, pechugona y descará, ¿a quién, a mí?, sigue siendo fiel a la memoria del Caudillo (con mayúscula, porfa), y no pasa un 20 de noviembre sin pegar una lágrima en su muro. También fue del Opus, mas aguantó poco en el refugio del subterfugio (tanta reunión alambicada, tanta señorita amaestrada, tanto amor de meapilas), y los largó destemplá, ¡si es que son muy ñoños, leñe! Pues esta perla, o joya, me dijo un día, ¿películas?: A mí la peli que más me ha gustado es Pretty Woman. Yo aproveché raudo el flanco abierto, claro, es un precioso cuento de puta con millonario. Pues como la vida misma, jodío, y qué bien lo has definío. Huelga decirlo, mi amiga Tina es madrileña de arrastre.

  Las historias de putas, mujeres que venden su cuerpo por dinero, y millonarios, hombres que compran cuerpos por dinero, son más viejas que la orillita del mar y acampan en los campos de las letras desde antes de que se inventara la escritura. La nueva versión de lo viejo, 50 sombras de nada, abunda en los tópicos y repatea la literatura con saña de ilustrado en su diván. El rico hombre hace de sádico y la golosa ilusa de masoca, o sea, lo habitual. Él la penetra con ritmo de perforadora petrolera (no deja hueco u orificio libre, la búsqueda rastrea hasta el hondo musgoso de los humedales fangosos), y ella aúlla como perra con nudo de perro dentro, vamos, se larga sesiones multiorgásmicas que describe con rubor de teresiana extasiada ante lo que estoy sintiendo. De todas maneras, la cosa es controlada, nadie vaya a pensar en el divino marqués haciendo guarradas durante 120 interminables días por Tacoma, Zamora, Gomorra o Salamanca.

jueves, 18 de abril de 2013

Los otros clásicos V – Hernando de Acuña



Toca, a la quinta, hacer una excepción, a lo que creo harto justificada; porque si bien es cierto que el vallisoletano Hernando de Acuña no es, en modo alguno, un poeta relegado al olvido (su obra, muy destacada entre los autores de la segunda generación petrarquista, ha sido analizada y editada cuidadosamente por la crítica, se ha estudiado en las facultades de Letras y, hasta hace poco, leído en las aulas de secundaria), no lo es menos que ha pasado a la “Historia Oficial de la Literatura Española” (risum teneatis?) por lo menos representativo de su producción literaria: el famoso soneto que condensa y glorifica, en su octavo endecasílabo (“un Monarca, un Imperio y una Espada”), el ideal político de Carlos I. No hay manual, obra de referencia o libro de texto en el que la poética de Acuña no venga ilustrada por este soneto grandilocuente, adulador, coyuntural y –si se me tolera el anacronismo– bastante reaccionario (“Ya se acerca, señor, o ya es llegada / la edad gloriosa en que promete el Cielo / una grey y un pastor solo en el suelo, / por suerte a vuestros tiempos reservada”, etc.), cuando Acuña es autor de otros muchos poemas de tanta hondura lírica como el incluido en nuestra serie.

martes, 16 de abril de 2013

¿No resulta absurdo un banquero en primavera?



La frase está inspirada en una reflexión del joven Simon Tanner, héroe de la novela Los hermanos Tanner, de Robert Walser. La anoté ya hace tiempo, porque me pareció muy adecuada como título de un relato o un poema. Y lo cierto es que desde que comenzó esta crisis económica y cada vez que leía o escuchaba algo que ponía de relieve el papel que en ella han tenido (y sigue teniendo) los banqueros, me venía a la cabeza la frase de Simon Tanner.

Hace poco volví a la novela de Walser, y al buscar la secuencia correspondiente, me he dado cuenta de que cuando la anoté, modifiqué uno de los términos, pues el joven Simon Tanner no hablaba solo del banquero, sino del banco en su conjunto. Había conseguido un nuevo empleo, en este caso, en un banco, y mientras se dedica a su labor en la oficina bancaria y afuera estalla la primavera no puede sino parar unos momentos en su labor de escribiente y reflexionar:

jueves, 11 de abril de 2013

Recordando mi vida, Teresa Goitia


Curioseando en una librería de ocasión, leí “Teresa Goitia” en el lomo de un libro. Pensé: “Así se llamaba la madre de Benet”. Me puse a hojearlo y descubrí que efectivamente estaba escrito por la madre de Benet. Me pareció un libro rarísimo, del que nunca había oído hablar. Ya en casa, me puse a buscar en Google y no encontré ningún ejemplar ni en las bibliotecas municipales de Madrid, ni en la Nacional.

No soy ningún experto en Benet, pero alguna cosa he leído sobre él y nunca he visto citado este libro, en el que salen abundantes datos biográficos del escritor. (Carmen Martín Gaite hizo en su día una reseña –luego recogida en Tirando del hilo- en la que no resalta que sea un libro interesante para los benetianos; se limita a ensalzar el carácter de la autora.)


El libro salió sin el formato de las otras colecciones de La Gaya Ciencia, que, si no me equivoco, en 1979 estaba dirigida por Rosa Regás, amante por entonces de Benet. En esta editorial salieron Una meditación, Del pozo y del Numa, El ángel del Señor abandona a Tobías, Sub rosa y Saúl ante Samuel. Es decir, es posible que en última instancia este libro lo editara Benet.

Está como dictado, con recursos y descuidos del lenguaje hablado. Podríamos decir que está mal escrito, a veces con frases rarísimas e inelegantes repeticiones de palabras. Pero contiene multitud de datos sobre nuestro admirado Juan Benet y su familia. Vamos a repasar unos cuantos.

Ella, la madre, que debió de ser, para  decirlo con una fórmula de la lengua, de armas tomar, era de familia vasca muy rica. Cuenta que tuvo muchos pretendientes y que llevaba una vida muy divertida. Presume mucho de su inteligencia, de los pretendientes que tuvo (de uno dice: “Habríamos sido muy felices”, lo que da a entender que no lo fue con su marido). Da la sensación de que se acabó casando (esto es casi una ley general) con el que llegó cuando le tocaba casarse, no con el que más le gustaba, o el que más la quiso.

Vivió un tiempo en Barcelona con su madre. En Madrid conoció a Tomás Benet, que era catalán. Se casaron y tuvieron tres hijos (Marisol, Paco y Juan). El marido era muy celoso. No la dejaba bailar con otros en las fiestas. Recuerda haber bailado mucho en casa con él, ellos solos.

Le ganaba al ajedrez. Y aprendió inglés con más facilidad que él (a él le daba clases una profesora en casa, por la mañana, mientras se preparaba para salir, y ella solo estaba presente).

Cuenta que Primo de Rivera metió a Tomás Benet en la cárcel (por liberal, se supone, aunque no lo dice) y que fue ella quien lo sacó. Parece que ella no se llevaba bien con él. Dice que Juan una vez, con 4 años, la defendió de él.

Un día decidió irse de casa, con los hijos. “Si yo hubiese tenido dinero, no me habría separado”, dice. A partir de entonces no vuelve a nombrar al marido. No dice, por ejemplo, que lo mataron unos anarquistas a poco de empezar la guerra, como sabemos.

Habla mucho de Juan. Dice que siempre les estaba haciendo reír, a ella y a sus hermanos.
Era, como hemos dicho, una mujer de carácter, valiente, y eso le hacía ganar simpatías hasta de sus enemigos. Una vez se enfrentó a unos milicianos y a estos les hizo mucha gracia.

Por este libro nos enteramos de que pocos escritores han tenido una Guerra Civil tan ajetreada como Benet, a pesar de su corta edad. Veamos. Como la perseguían, la madre se refugia, con sus hijos, en la embajada de Finlandia, de la que acaban saliendo porque no había comida. Marcha a Valencia y allí embarca en el vapor turco Karadenis. Pasan tanta hambre que roban comida de la cocina, con ayuda de una amiga. No les dejan desembarcar en algunos puertos. Por fin desembarcan en Siracusa, donde les llevan a un convento. Allí toman un barco italiano hacia Sevilla. Y de Sevilla, con dinero prestado por unos familiares, viaja a San Sebastián. Se va a Burgos, a Salamanca, otra vez a San Sebastián…

Acaba la Guerra y cuenta que Paco era muy brillante, pero que en el colegio del Pilar solo le ponían notables. Y que cuando hizo la reválida, fuera de Madrid, le pusieron Matrícula. De Juan, el director del Pilar decía que era el alumno más brillante en matemáticas que habían tenido nunca. A Paco le suspendieron en el examen de dibujo para entrar en Arquitectura. Entonces se fue a estudiar Filosofía en la Sorbona. De allí le echaron por desplegar una bandera republicana. Se fue a Yale.

Como es un libro de recuerdos desordenados, cuenta que en una sesión espiritista un espíritu le contó a Teresa que un amigo de su hijo debía tener cuidado. Cuando se lo contó al hijo este se rio. Y al poco tiempo detuvieron al amigo. Idearon un plan para sacarlo de la cárcel, pero no lo pudieron llevar a cabo. Y lo sustituyen por lo que sería la fuga de Nicolás Sánchez Albornoz y Manuel Lamana de Cuelgamuros (Manuel Lamana escribió una novela indeciblemente aburrida sobre el asunto; Barbara Probst Solomon lo contó en dos libros muy amenos; y Sánchez Albornoz también lo ha contado muy bien en un libro póstumo, relativamente reciente).

Fue ella –la madre- quien le dijo a Juan que estudiara ingeniería. Él no quería. Quería ser escritor. Pero ella le dijo que escribiera en ratos de ocio, como finalmente haría.

Una curiosidad: En un viaje que ella hace a Nueva York, Juan le encarga una regla de cálculo (los más jóvenes no sabrán que hasta no hace tantos años no había calculadoras, sino reglas de cálculo; seguro que Luis Junco las usó en su otra vida de ingeniero).

Teresa vivió bastante tiempo en Alberto Bosch, con su hijo Juan, ellos dos solos. Dice que se llevaban muy bien. Ella iba incluso a las cenas de Juan y sus amigos. Dice que Juan escribía todos los noviembres un Tenorio especial que representaban los amigos con una cena de gala.

En Espalter, junto a su casa, había un loco que aullaba y Juan le imitaba para hacer reír a todo el mundo. Parece que la novia de Juan (Nuria Jordana) era sobrina de la madre (o sea, prima de Juan). Y cuando Juan se casó con ella, Teresa se quedó sola.

Hay cosas en este libro que no se entienden (como si se hubiese perdido un fragmento, o como si se hubiese transcrito mal algo tomado de oído). Por ejemplo, Paco le escribe para decirle que se casa. Ella se pone furiosa y Juan la tranquiliza diciendo: “No te sulfures, es princesa, sí, pero al casarse los hijos los pierdes” (sic).

Cuenta que Paco hizo un estudio para enriquecer al Irán. Y que los iraníes lo contrataron. Pero al poco él murió en un accidente de coche en el desierto (el viaje a Irán a recoger el cadáver de su hermano, creo que lo ha contado Benet en algún sitio).

En un viaje Teresa conoce al “encantador Félix Ros” (“encantador”, uno de los falangistas que desvalijaron la casa de Juan Ramón Jiménez) y a otros jóvenes que admiran a su hijo Juan, entre ellos un Caroll (seguramente el José Carol, del que leí  El Parador hace tiempo, sin gran entusiasmo). Ella no dice si ha leído los libros de su hijo, ni opina sobre ellos.

Una rareza, que encaja muy bien en esta mujer, empeñada todo el tiempo en demostrar su originalidad: dice que vio una vez caer un rayo junto a ella y que el rayo ascendía, salía de la tierra. Ella creía que bajaban.

Nos dice que ha conocido a mucha gente, ha visto y hecho muchas cosas, pero que no está contenta con su vida. ¿Si volvieras a vivir harías lo mismo?, se pregunta. Y se responde que no.

El final del libro es un poco triste, porque se han acabado los recuerdos y mira a su alrededor y lo que ve es una anciana solitaria. Aquella mujer tan vital, tan brillante, asegura que cuando muera la irán a recibir su hijo y su marido (al que no había vuelto a nombrar y del que no parecía querer volver a saber nada). Nos descubre que está en una residencia, y asegura que sus hijos la quieren mucho, pero solo nombra a Marisol.


Teresa Goitia Recordando mi vida (Barcelona: La Gaya Ciencia, 1979)

martes, 9 de abril de 2013

ACUARELAS DE COMAS QUESADA (2)

Por José García Caneiro



CALLE TRIANA Y TRANVÍA A VAPOR

(Lleva colgado en mi salón más 30 años)

Vívido y transparente
es el contraste
entre un mundo que fue
y otro que surge
para morir recién nacido.
La técnica moderna de otros tiempos
desplaza al hipomóvil,
aún a sabiendas,
que un tráfago ignorado,
secreto y no pensado,
es quien condena
a ese destierro ineludible.
Es permanente hervor
de ciencia, minerales y metales,
demiurgo de tiempos venideros,
quien, sin cesar, empuja
hacia un fluir perpetuo.
El tranvía. Su orgullo de vapor
será un instante
en el transcurso sin fin de los decenios.

jueves, 4 de abril de 2013

De como el rey Philip sobrevivió al ataque de los vikingos (6)

Por Javier Guzmán


Citas de El largo Adiós

De propina les dejo unos párrafos extraídos de El largo adiós, contados en primera persona por el propio rey Philip. Si después de leerlos no corre a buscar la novela, Chandler seguirá siendo nuestro contemporáneo, pero yo habré fracasado.

De la sociedad y los diferentes problemas de pobres y ricos.
Silvia es feliz aunque no necesariamente conmigo. En nuestro círculo eso carece de importancia. Siempre hay algo que hacer si uno no está obligado a trabajar o a considerar lo que cuesta. No es una verdadera diversión, pero los ricos no lo saben. Nunca han tenido otra. Nunca desean algo con todas sus ganas, excepto tal vez una esposa ajena, y eso es un deseo muy pálido comparado con la forma en que la mujer del fontanero ansía comprar cortinas nuevas para el cuarto de estar.

Del oficio de policía y del conocimiento humano.
Tal vez solo me gustaba sentirme el hombre superior. En mi oficio hay momento para hacer preguntas y un momento para dejar que el hombre se consuma hasta que no pueda más y largue todo. Todo buen policía lo sabe. Se parece bastante al ajedrez o al boxeo. A alguna gente hay que acorralarla y hacerle perder la serenidad. Pero a otros simplemente se les abofetea y ellos terminan golpeándose a si mismos.

martes, 2 de abril de 2013

VIGÉSIMO ANIVERSARIO Y VIGESIMOQUINTA EDICIÓN DE EDITA, QUE RECIBE EL PREMIO PROGRESO


En abril de 2011, me encontraba yo en un profundo estado de depresión sociopolítica. Con la que estaba cayendo, con todo lo que nos estaban haciendo y se sabía que nos iban a hacer (aunque creo que ni en nuestras peores pesadillas podíamos imaginar el grado de crueldad y abuso al que se iba a llegar, pues, por supuesto, nos empeñábamos en no mirar lo que durante décadas venían haciendo en las sociedades empobrecidas, colonizadas, destrozadas...) nadie se movía, no había más que mínimas protestas, la gente no reaccionaba, y los militantes de los movimientos sociales nos seguíamos sintiendo irremediablemente solas...

Entonces conocí EDITA, el Encuentro de Editores Independientes de Punta Umbría, en el puente de mayo de aquel año. Conocí esa panda de locos maravillosos, liderados por Uberto Stabile, al que todos profesan (profesamos) cariño y admiración sin reservas, que se reúnen todos los años desde hace 20 para compartir sus fantasías editoriales y demostrar que, en la práctica, otro mundo es posible. Allí pude compartir unas pocas jornadas mágicas, en un delicioso ambiente de compañerismo adolescente, como de campamento de verano, con escritores, autores, perfopoetas, recitadores... Y editores de todo tipo de publicaciones, pues en EDITA el concepto de edición es amplísimo: poesía visual, libros objeto, ediciones cartoneras, revistas-escultura, grabados..., y, por supuesto, ediciones digitales y pequeñas revistas y editoriales independientes. Durante el día, en el Teatro del Mar, se suceden las “ponencias”, casi ninguna de ellas exposiciones tradicionales sino siempre adobadas por música, recitaciones, performances, vídeos creativos, etc. Por la noche, es el turno de la poesía, en un amplio y al tiempo acogedor local, a la orilla del mar, desde las once y hasta las del alba, un reducto donde brillan con luz propia algunos de los mejores perfopoetas de la actualidad. En estos veinte años han pasado por EDITA un total de 3.600 participantes, se han dado 1.300 ponencias, 1.152 lecturas y recitales, 216 performances, 32 exposiciones, 40 microconciertos y 27 producciones audiovisuales... Han participado 975 editores y artistas en representación de 705 publicaciones, procedentes de 19 países. Y ahora EDITA se celebra también en México y Colombia, y es desde hace años la promotora principal de la Red de Editores y Proyectos Alternativos (RIEPA), una plataforma de gestión y cooperación de proyectos alternativos de ámbito latinoamericano. Como se puede apreciar en estos pocos datos, estamos ante un recorrido sencillamente asombroso y entusiasmante.


Conocer EDITA fue para mí una experiencia hondamente regeneradora y emocionante. Me di cuenta de que no todo estaba perdido, de que, a pesar de la podredumbre institucional y económica que nos acosa, siempre habrá buena gente que dedica su tiempo, no a explotar o ser explotada, a embrutecer o ser embrutecida, sino a ofrecer generosamente a los demás ingentes dosis de creatividad, sensibilidad e inteligencia. Volví de EDITA con ganas de seguir en la lucha, editando buenos libros y compartiendo lo poco que sé y sé hacer con los demás. Luego vino el 15M de 2011 y mi frustración sociopolítica desapareció para siempre, y me instalé en el estado perpetuo de esperanza en el que todavía sigo...


Ahora le han concedido a EDITA el premio Progreso:

Para saber más sobre EDITA (y de paso conocer el excelente blog “Los días contados” de Uberto Stabile):