jueves, 17 de enero de 2013

Mi madre, Margaret Ogilvy de James Matthew Barrie


Relato biográfico, detallada semblanza de la madre del autor, Margaret Ogilvy, en la que Barrie reconstruye su personalidad y la retrata minuciosamente, incluso desde un punto de vista físico. Monumento hecho con un material más duradero que el bronce o que cualquier otro metal: palabras, en las que uno tiene la impresión de que Margaret Ogilvy sigue viva.

Como no podía ser de otro modo, es también un retrato del propio Barrie.

Uno se pregunta si el talento literario no se heredará, igual que el color de los ojos. Leemos una carta del abuelo de Barrie en la que da cuenta de la muerte de una nieta, una hermanita de Barrie, y parece increíble que no esté escrita por un hombre de letras.

Como tampoco podía ser de otro modo en un autor como Barrie, la infancia tiene una enorme presencia en el libro. Vemos cómo pensaba mucho en su madre como niña, quizá porque ella le contó muchos recuerdos. Barrie recuerda la infancia de su madre como si fuese la suya propia.

Un capítulo fundamental del libro es aquel en el que se refleja la transformación de Margaret ante la muerte de su hijo predilecto, lo que la llevó a atravesar temporadas depresivas. Barrie muchas veces se hacía pasar por él para alegrar a su madre. Quizá estemos ante una de las claves del origen de Peter Pan: quizá Barrie no quería crecer para seguir siendo aquel niño al que su madre solo podía recordar como niño.

Margaret siguió muy de cerca la carrera literaria de su hijo. Guardaba y valoraba en alto grado sus artículos periodísticos, desde los primeros. Y comentaba con él mucho su obra. Por ejemplo, encontraba que todas las mujeres que creaba su hijo estaban inspiradas en ella. Y aunque él se resistía a aceptarlo y discutía mucho con ella, finalmente acabó aceptando que era así.

Muchos de los diálogos que reproduce con su madre nos recuerdan aquellos maravillosos diálogos entre Peter Pan y Wendy.

Hay un capítulo precioso, dedicado a Robert Louis Stevenson (ambos eran escoceses y estaban muy vinculados a Edimburgo), en el que Barrie se pregunta quién es mejor escritor y lo discute con su madre. Con qué sutileza, con qué humor y con qué naturalidad reconoce que Stevenson era mejor escritor.

La vida pasa muy deprisa para Margaret Ogilvy, tanto que cuando se despierta en medio de la noche solo recuerda que cuando se acostó –después de preparar la comida que al día siguiente había de llevar a su padre al trabajo- había una cómoda con espejo junto a la ventana. Al ir a saltar de la cama le sorprende cuánto le cuesta, como si se hubiese puesto enferma durante la noche. No reconoce los muebles. Se pregunta cómo ha llegado a esa habitación. Se ha saltado 60 años sin enterarse.

Cuando ya era una anciana esta mujer reconocía que todos sus sueños se habían cumplido y se preguntaba humildemente si Dios no la habría confundido con otra mujer.

El relato de su muerte (y el de la hija que vivía con ella, casi a la vez) es de los pasajes más conmovedores que he leído nunca.

 James Matthew Barrie Mi madre, Margaret Ogilvy (Barcelona: Erasmus Ediciones, 2012)


2 comentarios:

  1. Yo también me he preguntado algunas veces si Peter Pan es un trasunto de esa identidad ficticia que adoptaba Barrie en relación con su hermano y con el ánimo de hacer feliz a su madre. Lo cierto es que Peter Pan no existiría sin una infancia como la suya y si una vida como la suya.
    Gracias por esta interesante entrada, Emilio, y un abrazo.

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  2. Muy buena reseña, otro libro para leer.

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