martes, 18 de diciembre de 2012

Sobre la guerra termonuclear


A mitad de los años cincuenta, durante el periodo de la guerra fría, y a causa de que los sistemas de radar no detectaban la presencia de aviones por debajo de los 4000 pies, cientos de miles de jóvenes americanos voluntarios, del llamado Ground Observer Corps, se dedicaban por la noche a vigilar los cielos en busca de aviones enemigos. Más que utilidad práctica, la medida era claramente ideológica. (Y con efecto colateral: como luego muchas parejas atestiguaron, durante aquellas noches de verano, tendidos en la hierba y mirando al cielo, tuvieron sus primeras experiencias sexuales.)

En ese clima de tensión prebélica entre los  Estados Unidos y la Unión Soviética, en el Pentágono se reclutó un importante equipo de matemáticos y científicos cuya principal misión era la aplicación de la teoría de los juegos a la estrategia militar y en el que destacó Herman Kahn. (En su equipo se evaluaban decisiones del tipo: ¿Qué hacer si hay dos países, A y B, enfrentados y con armas nucleares? Si el país A decide atacar primero y el B no lo hace, entonces A prevalece y B es destruido; si ambos atacan a la vez, y teniendo en cuenta el poder de las armas en juego, los dos serían destruidos; si ninguno ataca, permanece en el empate, nadie prevalece y la ventaja es que ninguno es destruido.) Poco después del bombardeo sobre Hiroshima, se crea la RAND (research and development) Corporation y se nombra para dirigirla a Herman Kahn. Según él mismo dice, su papel es evaluar, analizar y prepararse para una guerra nuclear. En 1959 publica un libro estremecedor, Sobre la guerra termonuclear.

Con enorme frialdad y una lógica aguzada y aplastante, el autor va analizando las estrategias posibles, desde las más “suaves” a las más “duras” –Policía internacional, crecientes medidas disuasorias, Primer y efectivo ataque con ilimitado poder de destrucción. Y después de, en ese mismo orden, ir descalificándolas una a una por ingenuas e ineficaces, llega a una conclusión: La guerra no es tan terrible.  En el escenario resultante “Los supervivientes no envidiarían a los muertos”. A pesar de la muerte de millones de seres humanos, muchos de ellos ciudadanos americanos, a pesar del daño a la industria y a la infraestructura agraria que llevaría a la sociedad capitalista miles de años atrás, a pesar de las mutaciones genéticas que los devastadores efectos de las armas nucleares producirían en los humanos, merecería la pena. El premio sería un nuevo mundo sin comunismo y ¡un paraíso consumista!

Herman Kahn era altamente considerado por las instancias políticas y militares de su país. “Se admiraban su sangre fría y su aproximación coste-beneficio al pensar lo inimaginable.”

Un libro cuya lectura no solo sobrecoge por hacernos ver lo próximos al abismo que estuvimos en el reciente pasado, sino por adelantar una visión de futuro en el que, tal vez cambiados los principales actores, el escenario se nos antoja terriblemente parecido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario