miércoles, 22 de febrero de 2012

Un ardiente verano, de Eduard von Keyserling


Bill ha suspendido su examen de reválida. Su fracaso ha de ser remediado en el largo verano que habrá de pasar apartado del resto de su familia, solo con su padre, un hombre apuesto, un aristócrata, un virtuoso de la tenue, la compostura, cuya conveniencia no deja de ensalzar a su hijo.

Durante semanas, Gerd von Fernow alecciona al joven Bill, le explica cómo debe planificar su porvenir, insiste en la importancia del estilo de vida que ha de llevar en el futuro porque determinará todo lo accesorio y justificará algún que otro exceso que, en el conjunto, no desentonará. Bill ve a su padre edificar con sus manos el proyecto imaginario y le parece que ese edificio dibujado en el aire es terriblemente frágil.

A duras penas concentrado en el estudio, más dispuesto a dejarse arrastrar por su amor a Gerda, Bill descubre qué se esconde tras la tenue que su padre muestra a sus próximos, sorprende en sus escapadas nocturnas, en palabras sueltas, los secretos que bullen bajo la compostura de quienes le rodean.

Un ardiente verano es una novela breve de una rara belleza, en la que las atmósferas están trazadas con la evanescencia de la acuarela. Sensorial, seductora, nos muestra a través de los ojos de Bill un descarnado conocimiento del mundo, y de lo que, por fuerza, tiene que ser ocultado tras una máscara.

2 comentarios:

  1. Suena interesante. Me la apunto. Gracias Paloma.Pepe

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  2. La escena en la que el padre dibuja el edificio imaginario no tiene precio, Pepe. Es una lectura gratificante y, si a continuación lees "Confesión de un asesino" de Joseph Roth, el panorama dibujado por la época es aún más sugerente.
    Ya me contarás si la lees.

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